El león moribundo

El león moribundo

El león moribundo

Nadie sabía cómo se había divulgado la noticia, pero el caso era que todos los animales hablaban de ella. El león se moría y deseaba que todos sus súbditos lo visitaran y supiesen qué dejaba a cada uno de ellos en su testamento. El zorro, que nunca habría soñado siquiera con estar ausente cuando daban algo, fue presurosamente al cubil del león, para llegar antes que nadie. Pero, a medida que se acercaba, caminaba con mayor lentitud. Pensaba. Pensaba intensamente.

Cuando llegó a la entrada del cubil, en vez de entrar se ocultó detrás de un arbusto y esperó para ver qué sucedía. No tuvo que esperar mucho. A los cinco minutos, llegó una joven cabra, con suma prisa.

El zorro permaneció inmóvil y contempló la entrada del cubil, con sus astutos ojos. Si quería ver qué regalo traía la cabra o conocer el último mensaje del moribundo león, debía tener paciencia. La cabra no volvió.

Poco después, llegó trotando un ternero. Y, como la cabra, entró de prisa a la caverna. También él se quedó allí.

En el término de una hora, desaparecieron así un asno, una oveja Y dos conejos. y el zorro de ojos despiertos los vio a todos. Transcurrió una hora más y llegó a la conclusión de que el león no tendría probablemente más visitantes ese día. Pero, cuando se disponía a partir, sucedió algo sorprendente. El enfermo apareció personalmente en la entrada de la caverna y, al notar al zorro, le habló con amable tono.

-Ven, ven, amigo zorro -le dijo-. Tengo unas últimas palabras que decirte.

El zorro meneó la cabeza Y repuso: -Si no tienes inconveniente, creo que esperaré hasta mañana. A juzgar por las huellas que llevan a tu cubil, he visto que varios de tus súbditos te están visitando ya. Las multitudes me resultan insoportables, y mientras algunos de ellos no hayan salido, postergaré para luego mi visita.

Con un bramido demasiado sonoro para un inválido, el león saltó sobre el zorro y lo persiguió durante cerca de un kilómetro. Pero no lo alcanzó… por dos motivos. El primero era que el zorro le llevaba ventaja; y, el segundo, que el león estaba tan ahíto de carne de conejo, ternero, cabra, oveja Y asno, que no pudo desarrollar mucha velocidad. Finalmente, se desplomó en un bosquecillo Y allí se quedó el resto del día, jadeante.

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